Son las seis y media de la mañana, es ya sábado. Hace frío y está oscuro todavía. La noche anterior y parte de la madrugada había llovido. Aún tengo el olor a cigarro en mi chamarra y el sabor amargo que dejan las cervezas. Ésta vez no apagué las luces del patio y de la marquesina -de todos modos el lunes llegaré de noche-, me digo mientras cierro con doble llave el zaguán. Acabo de llegar de un bar y ya estoy por salir de nuevo. Estoy cansado, pero aún así tengo que irme a trabajar.
No sé ni bien que metí en mi mochila, pero creo que lo necesario para mi estancia fuera de la ciudad. El mismo pantalón de mezclilla es suficiente para los tres días, además de mis tenis, supongo. Todo lo demás, camisas, toalla, crema y esas cosas aunque es estorboso, no pesa. Lo que pesa no va dentro de la mochila en éste momento.
Mientras camino a la avenida, mi mente viaja en dirección del "Motel Montecarlo". -En éstos momentos deben estar ahí- me imagino. Pero aunque no intento imaginar el cómo lo hacen, sí trato de recordar el rostro de ella. -Era guapa... creo.- y me invade una sonrisa dolorosa. El alcohol y la desvelada me han hecho olvidarla en tan sólo algunos minutos. Supongo que es normal para alguien a quien recién conociste en un bar, pero lo que no olvidaba era el recuerdo de cómo me había hecho sentir cuando me cantó mientras bailamos "Aunque no sea conmigo" y sobretodo cuando me dijo al oído: -me gustas, y me encantan tus ojos- y sonrió tiernamente.
Todavía no me cae el veinte. Todavía no entiendo el porqué dejé que ella se fuera con mi amigo. -Sí, era guapa, y tenía unos lindos ojos negros y una linda sonrisa- recordé al fin con algo de tristeza. Mientras, trato de justificarme, pienso que al tener ese compromiso de trabajo de éste fin de semana tuvo que ser el motivo para no buscar algo más con ella ésta noche, pero se me hace tan absurdo el creer que eso sea mi justificación. -¡Yo soy quien le gustaba y le gustaron mis ojos!- recuerdo al tiempo que doy un puntapié a la botella de plástico del suelo.
Ya con coraje dentro de mí, espero mi transporte. Ahora me invaden el recuerdo de la voz de mi amigo: -Me voy a echar a ésta vieja!- decía, mientras lo iluminaba una sonrisa llena de lujuria y soberbia, y el sentimiento de lo que sentí, al mirarla después que él lo hubo dicho, mientras esperaba en el asiento de su auto. Ni siquiera yo había pensado en ese momento en llegar tan lejos en la noche que la había conocido. Yo no le había insinuado nada. A él también le habría gustado, pensé, e hizo lo posible por estar con ella. Tenía que aceptar tal vez que me habría ganado. Tenía que aceptar tal vez que a ella le daba igual con quien lo hiciera.
-En fin- me digo tratando de resignarme -de todos modos no creo volver a verla-. Miro el teléfono celular buscando un número para borrarlo. "Lindos ojos" había escrito en lugar de su nombre. "Eliminar Lindos ojos?", "aceptar" es el botón que oprimo. Ahora un suspiro silencioso inunda mi transporte mañanero. Siento una mirada que acompaña ese suspiro. Frente a mí, una chica me observa con unos lindos ojos negros. La miro y logro desviar su mirada. Cierro mis ojos. Estoy cansado. Es hora de dormir.
¡nc¡tatüs
(julio'08)
imagen: internet