miércoles, 31 de marzo de 2010

Indiferencia

Llegaré tarde ésta noche nublada.
Ella, como siempre, la cena la tendrá preparada.
Pondrá velas rojas y las copas de gala.
Servirá sopa y en la radio música suave y calmada.

Iré a la cocina, beberé leche de la botella helada.
Comeré galletas, dejaré la chaqueta abandonada.
En la mesa aventaré las llaves y la cartera acicalada.
En el televisor, el noticiero tendrá la mente ocupada.

Preparará el baño, pondrá lociones de aroma especializada.
La toalla seca junto a las sandalias acurrucadas.
Acomodará la cama, en el buró, la novela rosa aterciopelada.
Esperará mi ducha recostada en la cabecera enamorada.

Acudiré directo a las sábanas, la tina quedará desparramada.
Me quitaré los zapatos, la ropa quedará aletargada.
Tratará de sobarme la espalda o hacer una charla apasionada.
Recogeré las piernas, meteré entre las cobijas y la tendré alejada.

La miraré a los ojos, le diré que la historia ha sido terminada.
Que mi vida encontró una esperanza, que la mantiene ilusionada.
Prepararé la maleta, llenaré de recuerdos y acompañaré a la puerta azotada.
Me despediré de la Soledad, mientras mi alma, felíz, vive revoloteada.



incitatüs
(marzo’10)
imagen: internet

miércoles, 3 de marzo de 2010

Secreto de Voces

Ahora regreso del viaje, de un secreto de voces.
Me envolvieron en una manta de cuero verde, de cuero roído.
Me llevaron y tiraron hasta el basurero más lejano de la ciudad.
Ahí, levantaron mis restos rotos algunos perros de la calle.
Las ratas negras me han mordisqueado bastante ésta vez.

Camino con una pierna sorda, la otra, está más muerta todavía.
Los perros de la calle que comen mi cuerpo siguen un rastro de carne.
Tienen hambre y sed de ansiedad y así sacian su instinto carnal.
Sus noches de juerga quedaron en mis dactilares, otras, en sus colmillos.
Los sentidos y mis lamentos se aglutinaron en un solo paso.

Despierto vivo en casa de nuevo, son las doce menos trece de la noche.
No hay luz y el agua sucia se desparrama del lavaplatos.
La ventana rota de la estancia sopla a un silbido que reconozco.
Las frazadas húmedas, acompañan mi catre oxidado de años vacíos.
El olor a desesperanza es lo único que acompaña a ese silbido.

Me quito la cabeza y la ruedo debajo de la cama.
Lo que me acompaña ahora es tranquilidad y un secreto de voces.
Afuera, la vida de la gente podrida hace el infortunio de otra gente.
Aquí dentro, mi naturaleza me hace el ser más inmune a ello.
Sí, es hora de convertirme en cucaracha de nuevo.



incitatüs
(marzo’10)
imagen: internet