domingo, 22 de noviembre de 2009

Hombre


Hombre vivo que perdiste tu nombre en el camino.
La historia creada a partir del séptimo día de siete entonces.
Descansa el que hace, el que destruye y el que imagina tu muerte.
La luz y al cielo de los volcanes, el aire y la peste.

Hombre sabio que vives en la pureza de un pecado insoluto.
Escapado a partir del orgasmo que da paso a la incipiente nada.
Para sollozar en los recuerdos de tiempos que aún no existen.
Para soslayar a la conquista de la espera que termina con la vida.

Hombre que aniquilas la fuente que te dio la estrella sobre tu cabeza.
Deseas el poder arrebatado de un espejo que proyecta tu fantasma maldito.
Conservas intacta la dulzura infame que ilumina tu aura de santo.
Y esbozas la sonrisa leal y sincera del ángel que más ha odiado.



incitatüs
(noviembre'09)

imagen: internet

martes, 27 de octubre de 2009

Mariposa Libre


¡Estamos hechos de sueños, pequeña!- dijo en voz baja.
¿De sueños?- preguntó la niña con cara de entusiasmo.
Sí, de sueños- afirmó.
¿Y dónde nacen los sueños?- volvió a preguntar la niña.
¡En las palabras- susurró al oído de la pequeña.

Yurena Guillén

Cerró los ojos y justo volvió a un instante de la absurda realidad.
Tomó la pluma y bañándola al tintero abrió la mirada a su mar.
De las paredes rojas, las hadas y los duendes comenzaron a danzar.
Del suelo, las serpientes y salamandras a su silla empezaron a enroscar.

Como trazo fino, las siluetas ambiguas se empezaron a dibujar.
Novela de alfileres y sombras que su esperanza no quiso continuar.
Ángel sin alma que nace del cuerpo desterrado que incitaron a pecar.
Vidas rotas, que a la cruel comedia, no desistieron de aguantar.

Hoja tras hoja, una historia nueva de amores empezaba a crear.
Historia de amor y fuerza, de cuerpos y formas que deben espantar.
Hechos de sangre, de venganza y odio que terminan por atemorizar.
O cuentos rosas, que de alguna forma, no deben de terminar.

Escribe a la nada, al horizonte y al todo que no termina de cicatrizar.
Dibuja valles, personas y sucesos, que solo ella puede engendrar.
Mariposas libres que a tiempo sueltan su mano, para por fin escapar.
Inspiración dichosa, que desde una pluma y un tintero, puede volar.


Dedicado a la Inspiración de Yurena


incitatüs
(octubre’09)

imagen: internet

viernes, 16 de octubre de 2009

Sueño


Vino y se paró sobre mi rostro. Mis manos eran pequeñas, mis brazos aún más cortos. No lograba quitármela de la cara. Mientras ella sonreía y se divertía, trataba de meter los pies en mis fosas nasales. Molesto, giré sobre mi espalda. Tenía el cuerpo de cartón, similar a una piñata. Traté entonces de volcarme e impulsarme para volar, sin embargo solo rodé. Ella, lo hizo junto a mí y su risita se hizo aún más alegre. Empezó a cantar y grité para callarla; pero solo una melodía salió de mi boca. Ya no encontraba mis brazos y se había desfigurado mi cara. Mientras huía de ella sin alas, sin brazos y sin rostro, el cielo se tornó color marrón, el sol se convirtió en un enorme girasol. A los pétalos les salió su rostro, mientras, ella se burlaba de mí y mi desgracia.


Por fin caí en una hamaca hueca, el aire era ahora tenso y húmedo como el mar. Busqué en mi cuerpo escamas, necesitaba nadar; sin embargo, mi cuerpo seguía siendo de cartón. Empezaba a despedazarme poco a poco cuando desperté de nuevo en mi cama. Abrí los ojos y noté que sudaba un poco. Respiré aliviado y quise levantarme. Sin embargo, ella llegó con sus alas de mariposa y molesta por haberme despertado me dijo: “¿qué parte de esto es un sueño no entendiste?”

incitatüs
(octubre'09)

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sábado, 19 de septiembre de 2009

Ella


Ella se fue,
y con ella se llevó el aroma azul de su cabello húmedo
y aquellas manos pequeñas de uñas afiladas
y los ojos negros de un amor puro y hermoso
y…

Ella me dejó,
y con eso dejó las cartas rosas que nunca le entregué
y los cuentos fantásticos de hadas y duendes mágicos
y las historias de héroes y amores imposibles
y…

Ella me olvidó,
y conmigo olvidó las caminatas nocturnas acompañadas de lunas
y las canciones llenas de dulzura al compás de melodías bellas
y la risa de alegría infinita que iluminaban cada uno de nuestros días
y…

Ella encontró un nuevo camino,
y con él encontró nuevas esperanzas para su amor inagotable
y comparte los sueños y las emociones de un sendero prometedor
y emprende con firmeza cada paso hacía una meta mejor
y…

Ella ya no está más en mi vida
y aunque el espacio hueco que deja a mi costado duele
y las cosas que llenaba de alegría con su sola presencia
sé que, donde esté y con quien éste,
está iluminando su vida como sólo ella sabe.

Y eso,
y sólo eso,
me hace el más feliz de todos.



Alberto Rivera
Incitatüs
(septiembre'09)

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jueves, 20 de agosto de 2009

El Superhombre Desechable


Desde la más profunda y angustiada maraña,
y hasta las cima de la más alta montaña,
la esperanza innata como siempre te buscaba.
Ahí, con un puño de acero fundido te encontré
y los cielos de nubarrones grises despejé,
todo lo que a tu alrededor enmancipado te ocultaba.

Los sonidos sueves y canciones tristes arrebaté
y de vivas y alegres voces te entregué,
para que tus sentidos mudos y obstinados deleitaran.
Encontré un solpo y formé con él un silencio estremecido,
las voces ahora sordas que antes te habían sometido,
ahora convertidas en música de sueños que a tu ser agradaba.

Marché puntual entre los mares ávidos de sal infinita,
océanos racionados de aire, tierra y luz que medita
y que a mi paso firme y oscuro se formaban.
En los riscos etéreos enormes y las peñas rocosas,
y como atardecer fortuito que al corazón goza,
tu rostro azul y aterciopelado de amor lo dibujaba.

En los bosques oblicuos y las selvas húmedas,
entre árboles de fe y veredas de espuma,
tu nombre y tu cuerpo imborrable idolatraba.
Con las ganas de llamas de sangre hirviente,
y entre efímeros y fieros animales silentes,
tu sonrisa eterna y majestuosa enaltaba.

Al encontrarte de nuevo entre las sombras muertas,
y con todas la virtudes de nuestras almas a cuestas,
mi corazón, mi alma, como nunca te entregaba.
Pero tu esencia inmaculada de verdadera santa,
más grande, enorme y más entera que mi alma,
sin dudarlo un instante, mi alma de superhombre desechaba.

Con un desdén desleal de locura infinita,
y con la memoria crecida de dicha ya marchita,
mi piedra hecha antes corazón, de nueva cuenta, se marchaba.


incitatüs
(agosto'09)


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miércoles, 12 de agosto de 2009

Adiós licenciada


Subí de nuevo a la dos cero siete por mis cosas. Le confirmé a mis compañeros que estaba libre, por lo que pude ver que les dio gusto a la mayoría, sobretodo a Marcos y Celestino. Me despedí de Fernando Gonzaga y Marcelo González, quienes sólo me desearon suerte, de Julio Cesar Abasolo, que saldría en unos días más, y después de José Celestino: “suerte güero, que te vaya bien”. Por último de Marcos Sánchez, quien me miró muy triste, habíamos quedado en que en cuanto saliéramos no volveríamos a vernos para no crear más sospechas. “Que Dios te Bendiga Alberto, y discúlpame otra vez, yo no sabía que esto pasaría pero que bueno que ya pasó, por lo menos para ti.” “No te preocupes, ya saldrás también tu, ya verás”, y dándonos un fuerte abrazo salí de la habitación 207. Al salir, sentí que nadie iba a despedirme de las otra habitaciones. No era tan popular como el “Delicioso” o como Juan Manuel Cavazos, sin embargo, de una de las habitaciones de las mujeres empezaron a gritarme: “¡Suerte güero, que Diosito te Bendiga!” a lo que de inmediato noté que toda la gente del piso se asomaba a sus puertas y me veía. Se asomó incluso la licenciada Raquenel Villanueva y al observarla me sonrió en señal de buena vibra. Alcancé a decirle: “Adiós licenciada”. Su compañero, que estaba frente a su cuarto me pregunto: “¿Saliste en tus noventa días?”, “no, antes”, “entonces te vas consignado”, “¡no, libre!” casi le grité.




Tomado de la serie "El Arraigo" (parte X)

En memoria de la licenciada Silvia Raquenel Villanueva, asesinada.

lunes, 3 de agosto de 2009

Sol, en la memoria que se va


Dedicarte deseos mal sanos, buscando los instantes de la paz muerta.
Cierras los pasos para anclar a tu voz al miedo de mi nombre extraño.
Cedes a la derrota que traiciona cada uno de mis recuerdos mudos
y navegas en el mismo espacio que el Creador encuentra en el Infierno.

Alucinaste ante aquella argolla que encierra en un puño todos los mares,
y te decepcionaste por apostar a las sombras del cansancio.
No hallaste la frontera entre tus dibujos y tus sueños silentes de placer.
Y vuelves a donde perteneces para añorar tus dedos enmarañados de restos.


incitatüs
(agosto'09)

imagen: internet

domingo, 5 de julio de 2009

Poste


Te seguí mientras caminabas entre penumbras.
Detuve el auto junto a ti, sabías que era yo quien se acercaba. Me habías visto en la esquina, recargado en un poste, esperándote.
Volteaste, y con una ceja intrigante y una sonrisa irónica subiste mientras el frio de la noche te acompañaba.
-“¿Qué haces aquí?”, preguntaste como si no supieras la respuesta.
-“Vine para acompañarte a casa, como siempre”, respondí serio mientras observaba en el retrovisor tu sombra muerta.
-“Como siempre no, son varias semanas que no lo haces”, dijiste al recorrer con las uñas filosas y una sonrisa maldita mi brazo.
-“El que no me veas no significa que no lo haga”, te dije mientras clavaba los ojos en los tuyos, coquetos y asesinos, sabedores del poder que emanan sobre mí.
Sonreíste de nuevo y así, muda y con las uñas venenosas acariciando mi brazo conduje hasta tu casa.
-“Y… ¿cómo estás?” dijiste después de un largo suspiro, justo al llegar y como esperando un “No puedo vivir sin ti” de respuesta.
-“Nunca mejor flaca, nunca mejor…” sonreí al fin, sabiendo que entendías el mensaje oculto que decía que te extrañaba como nunca.
-“Qué bien, me alegra escuchar eso. Gracias por acompañarme, pero no lo hagas de nuevo, sabes que sé cuidarme sola”- y bajaste del auto no sin antes darme un beso lento y cálido en la mejilla.
-“Te amo” te dije derrotado, cansado y sabiendo que mi sentir era tan pobre para ti que lo desecharías de inmediato.
Sin embargo volteaste, y me regalaste una mirada triste, pero verdadera también.
Sabía que lo entendías así y que no había una sola palabra que confortara esa exclamación desde el fondo de mí.
Entraste y detrás de tu puerta emprendí de nuevo mi marcha. A esperarte detrás de un poste de luz y con la esperanza de verte la siguiente noche. Donde desde mí, y como siempre, te acompañe a casa.



incitatüs
(julio'09)

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lunes, 15 de junio de 2009

Desde la Desesperanza


Solitario y paciente emprende su camino.

El peso que su maltrecho cuerpo lleva

hace más torpes sus pasos.

El calor, la sed y la ansiedad

también son parte de su carga.

Sin embargo, nadie es más adecuado para hacerlo.

Al llegar a su desierto

se arrodilla y paciente pide más peso, más carga,

la del orgullo incluida.

Aún así, el camello se levanta cansado, maltratado, pero fuerte.

Esa es su naturaleza.


Aunque es el más fuerte y grande de todos,

también es el más terco.

El camello que en el desierto busca su oasis

sólo encuentra espejismos.

Las dunas y el polvo lo han dejado ciego.

Pero con carga y todo a cuesta

sigue buscando el oasis

aunque éste ya se encuentre seco.

Persiste, y también es parte de su naturaleza.



Orgulloso de soportar toda la carga que puse sobre mí

me he creído el más fuerte de todos.

Por ello mismo, me ha crecido una enorme joroba.

El espejo en el armario no miente.

La joroba y esa carga son mi naturaleza.

Los jorobados solemos no ser atractivos.

Y eso, ya debería de haberlo entendido.




-sms al verla con alguien más-


Alberto Rivera

Incitatüs

(junio'09)


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miércoles, 3 de junio de 2009

La Inoportuna Realidad


Cuando lejos del viaje has vuelto,
sonríes a la corta distancia que cede a la vida
y escapas de su halo de vuelos lejanos.
Ven, aquí es casa, quédate a cenar, es tarde.

Sentada en la antesala del sueño perfecto,
el aire se vuele espeso, es del peso del alma eterna.
Un acorde de violines cierra tu mente a las vidas paralelas,
regresas mientras vuelven las aves a la realidad.

Camina de vuelta al deseo inmundo que crece,
huye del sepelio del espíritu caníbal,
del sabor de piel que seduce, que mata.
Interpones tu sonrisa a destello de tu estela.

Cierras los ojos, el cielo te espera.
Nadas hacía afuera, subes por la cornisa rosada.
Los árboles te impulsan al abismo del silencio,
Y ya no regresas, aquí no es casa, es hogar.


incitatüs
(junio'09)
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domingo, 15 de marzo de 2009

El Otro Androide Paranoico


El ruido añejo lo inventaste para destruir mis sentidos.
Has vuelto a tu hogar y ni tu lugar se ha incendiado con tu vientre.
Vienes y gritas lagartijas amarillas y me escupes al rostro con tu pus animal.
Me agítas y me pides traguémos el veneno de las ratas que pueden volar.


Pero también duérmete, y calla cuando la luz se haya marchado.
Desliza con tus dedos cada gota de savia que nace del mar.
Agonízala mientras piensas un nuevo hijo para romper tus sienes,
y asesina al que mata a las rareza de tu cuerpo maltrecho.


El árbol maldito sembró de sus pétalos un androide paranóico.
Cosecha con su aliento un poco de tu humor, de tu llanto.
Dale un espacio donde sus sentidos estallen hasta el cosmo,
y vomita las excusas que a su paso y del suave tapete se vestirá.

incitatüs
(marzo'09)
imagen: internet

sábado, 7 de marzo de 2009

Porque Soy Utopía


En las estrellas fugaces que aparecieron por mi fervor.
En las montañas y cerros que se cimbraron por desesperación.
En aquella tarde que de vergüenza el cielo ruborizó
y por cada piedra de hielo que del mismo granizó.

En el día en que el mar a la tierra se tragó
y por cada dolar que de la bolsa se cayó.
En inundaciones de tierras lejanas y extrañas
o en praderas que de fuego rojo se tiñó.

En cada llanto que a mi paso la vida me llevó.
Entre las tragedias que mi cuerpo resistió.
Te busqué en los lugares que mi tristeza creó.
Y al preguntar porqué mi alma no te encontró,
tu sonrisa, como siempre, la respuesta me la dió.

Porque soy utopía.


incitatüs
(marzo'09)
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domingo, 11 de enero de 2009

El Diario

Eran cerca de las diez de la noche, y una inusual lluvia estaba empezando a caer. Ya era tarde para la cita con mi cliente y me resultaba increíble que en pleno diciembre lloviera y más con semejante intensidad. Molesto conmigo mismo por no arreglar a tiempo los limpiadores, me estacioné en la esquina de alguna vieja colonia de ésta ciudad. Quise hacer una llamada para avisarle que no llegaría a tiempo, pero me di cuenta que no había puesto saldo al celular. Más molesto por mi desidia que por la situación, busqué a través del cristal y la lluvia un lugar para hacer la recarga. Tomé un periódico que no había leído y cubriéndome con él salí del auto. Corrí hasta un pequeño establecimiento que aún estaba abierto y dejando el diario en el mostrador, pregunté a una señora de avanzada edad por la recarga. Ella, sonriendo me dijo: “No, Beto, no tengo recargas.” “¿Beto?”, me dije para mí mismo y un tanto asombrado, tenía mucho tiempo que nadie me llamaba así, “no tengo recargas, pero sí tengo tus ‘miguelitos’”. En ese instante, como el destello que ilumina una habitación, recordé esa voz que no era otra que doña Viky y me di cuenta que me encontraba en su negocio. Sin haberme fijado, había regresado a la colonia donde pasé mi infancia.

Asombrado por la extraña coincidencia que me acontecía, saludé con gusto a mi antigua vecina y amiga. Tenía casi veinte años que mi padre había conseguido un mejor empleo y nos habíamos cambiado de barrio a una zona que, como él mismo decía, era un poco más acomodada. Saludé con gusto a Doña Viky, ‘la viejita de la tienda’, como le decíamos. Era de la edad de mi abuelita y ésta ya tenía varios años de haber fallecido. Me preguntaba qué edad tendría, ¿ochenta?, ¿noventa?, ¿acaso ya cien años? Como sea la veía mucho más pequeña de lo que la recordaba. Sin duda los años no pasaban en balde y no sólo yo había crecido, ella también se había hecho más bajita. Usaba su viejo delantal color amarillo que antes había sido blanco. Un vestido azul claro y medias café. Su cabello era largo, completamente cano, sus lentes habían sufrido varias composturas.

Miré a mi alrededor tratando de reconocer ese lugar al cual había ido infinidad de veces cuando niño. Noté que su viejo mueble de madera que ocupaba como mostrador tenía algunos rayones y se veía un poco más desgastado de lo que recordaba. Así mismo, detrás, unos anaqueles hechos de madera por Don Nacho, el esposo de Doña Viky que había fallecido mientras trabajaba como albañil en el sismo del ochenta y cinco. Recordé de inmediato la tarde que llevaron el cuerpo de su marido. Su rostro lleno de tristeza al saber que no vería de nuevo a la pareja de toda una vida y el hecho de saber que no vendrían sus hijos de Estados Unidos al sepelio. Volteé la vista a la entrada y aunque había algunos anuncios de marcas de refrescos y golosinas, seguía la misma vitrina con aquel cristal roto pegado con cinta adhesiva que mi amigo Ricardo y yo habíamos quebrado sin querer con el balón que me trajeron el día de Reyes. Esa tarde, Don Nacho en vez de reprendernos, nos había regalado ‘miguelitos’ porque no parábamos de llorar pensando que no acusarían con nuestras madres. El piso era viejo, hecho puro de cemento. Una vieja jerga sobre un cartón mojado por la lluvia servía de tapete de bienvenida. El olor a café se alcanzaba a percibir desde su vieja estufa al fondo de la tienda. Ahí, en la pared carcomida por la humedad y sobre una pequeña repisa, el cuadro de Don Nacho junto a la Virgen de Guadalupe. Una veladora recién encendida los iluminaba. Imaginé que la veladora era lo único nuevo de ese lugar. Sobre la mesa de madera, noté que habían puesto un tabique para equilibrar las patas, escuché la vieja radio que aún sintonizaba aquella estación donde pasaba la Hora de Agustín Lara. Se escuchaba bajito, como le gustaba a Doña Viky. Sonreí al pensar que todavía existía alguien que escuchaba ese tipo de música en la radio. Debajo de la mesa, estaba el banco en el que recordé, mi hermana mayor solía sentarse para leerle las noticias del periódico a Doña Viky. “¿A poco no sabe leer, Doña Viky?, y tan viejita que está”, recuerdo que alguna vez en mi inocencia le pregunté, recibiendo de mi hermana un codazo por semejante atrevimiento. “No, pero algún día aprenderé, ya verás”.

Sonreí de nuevo al recordar ese momento, pero un mensaje al celular interrumpió mi viaje al pasado. Era mi cliente quien preguntaba si tardaría en llegar. Sin darme cuenta, habían pasado algunos minutos y también había dejado de llover. Me despedí de ella prometiendo regresar a saludarla de nuevo. Al llegar al auto, vi que no tenía una franela. Recordé haber dejado el periódico en el mostrador y que sin duda me serviría para secar el parabrisas así que regresé de inmediato. Doña Viky, volteó a verme y entregándomelo me dijo: “Beto, ahí dice que no va iba llover hoy”. “No crea nada del estado del tiempo que dicen los periódicos Doña Viky, es todo mentira”.

Al subir al auto y mientras saboreaba un ‘miguelito’ que amablemente me había regalado, un sentimiento inesperado invadió mi mente y llenó mis ojos de lágrimas. Ella me había dicho que en el diario decía que hoy no iba a llover.


incitatüs
(enero'09)

Ejercicio 10
Viernes de Taller
http://lorenasanmillan.wordpress.com/

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domingo, 4 de enero de 2009

Dieciocho minutos, un segundo

Llegué a casa y casi me aventé sobre el sofá negro y una nube de polvo se levantó. Miré alrededor y noté que hacía bastante tiempo que no hacía el aseo. ‘No he tenido tiempo, además, si vivo solo, no hay a quien le importe’, me justifiqué. Esa noche acababa de regresar del trabajo de fin semana, realmente me sentía cansado y el hecho de dormir en el sofá lleno de polvo, no me molestaba del todo. Sin embargo, había llevado a mi hermana a recoger la vieja estufa que nunca utilicé. Iba a dejarme un hueco enorme en la cocina de por sí vacía, pero ya había decidido entregársela. No quise pensar en el reacomodo de la cocina en ese momento, solo quería descansar un poco del ajetreado fin de semana que había pasado.

Mientras escuchaba el sonido de trastes viejos que cambiaban de lugar, me recosté un poco y cerré los ojos deseando olvidarme de todo; sin embargo, mi pequeño sobrino se acercó corriendo hacía mí y subiéndose a mi estómago gritó lleno de emoción: ‘¡Pukas, Pukas!’ buscando a mi perro por la ventana, ‘Sí, mira a Lucas, -le dije haciendo un esfuerzo para que no me pisara donde fuera a dolerme-, está comiendo sus croquetas, parece perro hambriento’, y sonreí tras decir mi mal chiste sarcástico, ya que precisamente, el Lucas tenía tres días sin comer. Tan pronto se aburrió de observar al perro, regresó con su mamá para buscar en qué distraerse en la enorme casa llena de polvo, que para él significaba un océano de posibilidades para jugar.

Volví a cerrar los ojos, me sentía contento y agradecido por tener cerca a mi sobrino. Pensé que los niños daban ese amor desinteresado que a menudo solimos reprochar de la gente que nos rodea. Estaba por terminar el peor año de mi vida y él era uno de los motivos que siempre me alegraban el día. Cerré los ojos de nuevo y si acaso dormí un par de minutos cuando sonó el celular. ‘Seguro es Roque, -pensé-, ¿que querrá éste cabrón ahora?’. Pero al mirar el teléfono, veo un número desconocido. Me incorporo y por fin contesto.

Me llamaste justo un par de días antes de terminar el año. Me dijiste que deseabas saber como estaba, solo eso. Desahogué ese sentimiento atorado de no saber nada de ti. Te escuché contenta. Me dijiste que a pesar de tu nuevo trabajo y nueva dirección, estabas muy bien. Te dije también que mi padre había fallecido. Me diste el consuelo que tenía varios meses atorado.

Te dije que te quería. Me dijiste, como siempre, que tu más. Sabía que no era cierto, pero no te lo discutí. Fueron dieciocho minutos y un segundo los que hablamos. Fueron dieciocho minutos y un segundo que salvaron ese año, el peor de mi vida.


incitatüs
(enero’09)

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