domingo, 27 de enero de 2008

Cayendo en obscuro pozo


Cayendo en obscuro pozo,
repleto de agujas que lastiman los ojos.
Sentir el aire que no es caliente entre mis sienes.
Cada metro que caigo vivo más.
Los gusanos esperan y la sangre se pudre.
Los huesos se llenan de musgo.

La risa del pozo es profunda, es obscura;
me traga, me erupta, me ama.
Mi cara inexpresiva sólo asienta lo que será su triste final.

Los sonidos ya no existen,
ya no lloran, no ríen;
no tienen que hacerlo.
La música y el viento envejecieron, murieron.
No llegué a ellos.

La saliva y el canto.
El alma y el karma.
La vida que ya no es.
No fue culpa mía ni tuya ni de Dios.
El final es triste pero justo.
Es necesario.
Es bienvenido.

No hay más que lágrimas
y todos los besos que no me diste.
Los necesité.
Los merecía.
Ahora ya es tarde.
Son sal.
Son mar y río
Son el humo de un cigarrillo,
de un cigarrillo tuyo.

El dolor es mi amigo.
Es mi cómplice.
Es mío y yo de él.
No le debo ni me debe;
viajamos en el mismo tren.

Ya es hora, debo irme.
¿O debes hacerlo tú?
No sé dónde estoy.
No sé si estoy.
Sólo sé que aquí no es mi lugar.

Otra vez tu luz, tu mirada,
y ese ser enfurecido que me domina.


Inc¡tatüs
(Marzo '97)
imagen: internet

martes, 22 de enero de 2008

La jungla del arrepentimiento



Siluetas enmarcando un rostro inexpresivo.
Cálidos ríos de líquido rojo, lento y corrosivo.
Viviente y muerto a un mismo tiempo intempestivo.
Secos, en la jungla del arrepentimiento inmerecido.
En la vida que vive un sapo, una víbora y un recién nacido.
Que bienvenidos son a la cueva de un sol encendido.
En la víspera de sombra de la luna que no se ha movido.
Que no se ha menguado ahora, y que nunca se ha crecido.

Cabalgando a un rayo de luz y rama del árbol del olvido,
de miserias y encantos que al poderoso han conmovido.
Acariciando el sudor y la ropa del Dios enfurecido.
Que ha gritado y llorado por el muerto no merecido,
que vivo no vivió más que cualquier perro mal nacido.
Atado y encadenado al amo al que nunca fue ofrecido.
Sujetado de dientes y rabia a un corazón que no ha sentido,
que se ha quedo vacío, pobre y seco por la mano del desconocido.

En la jungla del arrepentimiento aparezco arrepentido.
Exclamo por un esperanza, un sollozo y la fe que he perdido.
Pido una mano para éste cuerpo y alma que se han podrido.
Arrastro cadenas y vísceras de sangre que me han hervido,
con mirada profunda, anhelante, pero resignada,
hacia un cielo incomprendido.


Incitatüs
(Marzo'03)
imagen: internet