viernes, 19 de septiembre de 2008

El Arraigo (parte XII)

Parte XII y Última

Me encontraba muy deprimido. Lo poco que sabía era que serían mínimo cinco años de prisión y no tendría derecho a fianza. Había decidido prohibir las visitas de mis amigos y de mis sobrinos e inclusive evitar lo más que pudiera la de mis padres y hermanas. Quería pasar esto sólo y no afectar a todas esas personas que tanto me habían demostrado su amor y solidaridad.

La segunda tarde en los separos de la SIEDO, me llevaron de nueva cuenta al cubículo de Denisse. Subí resignado y sin ánimo de una nueva confrontación de su parte. Ella sacaba varios documentos de una caja de cartón. Pidió que me quitaran las esposas y que me sentara en la silla de siempre. Me senté y sonriendo me preguntó cómo me encontraba. “Estoy, que ya es ganancia”, le dije en voz baja, tenía varias horas sin pronunciar palabra, ya que era la única persona detenida en lo separos por lo que no tenía con quien hablar. Me miró fijamente y dejando de hacer lo que estaba haciendo, se sentó también. “¿Entonces qué, Alberto?”. “¿Qué de qué, Denisse?”, contesté serio. “¿Vas a declarar o no? “. Quedé inmóvil por un segundo, no sabía si tenía que hacerlo o no, pero negué su petición con la cabeza. Callada, notó que no quería verla a los ojos, realmente no quería si quiera verla. Todo me parecía tan injusto. “¿Qué es lo que quieres entonces?”, preguntó y solo respondí: “¿Qué es lo que quiero?, quiero irme a casa”. “Sí Alberto, te vas a ir. Bueno, algún día, ¿no?.” La miré por fin y le dije: “¿En serio?, porque el sábado tengo una fiesta, ¿crees que me dejes salir?”, sonrió por fin de una manera agradable al entender mi sarcásmo y levantándose me dijo: “Yo voy a salir. Tengo que ir a Michoacán a ver un caso. Si decides hacer tu declaración va a estar el licenciado López para tomártela. Tu abogado ya está enterado. Espero que no tenga que visitarte cuando regrese en el Reclusorio. No te preocupes Alberto. Ten fe.” Y pidiendo que me llevaran de nuevo a los separos se despidió. Al ponerme el oficial las esposas, noté que me veía seria. Supe que de alguna manera estaba despidiéndose de mi.

Esa noche en los separos, me sentí solo como no lo había hecho durante los casi tres meses desde que había comenzado mi proceso. La quimera de cemento era ahora la que me atacaba. Imaginé que estaba apunto de vivir la experiencia más amarga de mi vida. Tarataba de no pensar en estar en un reclusorio, pero me resultaba imposible dejar de hacerlo. No había comido a pesar de que me habían llevado la comida y cena, hacía bastante frío y el sonido de la cisterna parecía más agudo, más incómodo; sin embargo ésto ya no me importaba en lo más mínimo. Fué entonces que me puse de pie frente a los barrotes de la reja y tomándolos con mis manos los apreté fuertemente. Traté inútilmente de abrirlos y al desistir, me senté en el suelo cansado y recargándome en la pared más lejana empezé a llorar hasta quedarme dormido.

En la tercera noche de mi estancia en los separos de la SIEDO, sin comer y con los ojos pesados, el oficial de guardia abrió abruptamente la pesada puerta de acero, y dirigiéndose a mi celda me despertó: “Te tengo dos noticias güero. Una buena y una mala. ¿Cuál quieres primero?”. “La mala.” Le dije sin ánimo de bromear. “Pues la mala es que no traes dinero para tomar un taxi. La buena es que creo que ya te vas a tu casa.” Y abriendo la reja me dijo que tomara las pocas cosas que tenía y que me preparara para salir. Casi corriendo recogí la chamarra que me habían llevado esa tarde mis familiares y sin más me la puse. Salí de los separos y me llevaron a una pequeña estancia, ahí fué donde llegó el licenciado Tlacomán que sería mi abogado defensor y el licenciado López que había dejado a cargo Denisse. Me notificaron ambos que estaba libre del proceso en mi contra por la dichosa llamada anónima. Firmé con mucho nerviosismo un documento que indicaba que no había sido maltratado por los agentes y así el oficial de los lentes enormes me acompañó hasta la puerta del estacionamiento. “Cuídate mucho güero”, me dijo y dándome la mano se despidió.

Volteé y al ver la calle y de nuevo me rodaron algunas lágrimas, pero ésta vez eran de felicidad. Caminé rápidamente hasta la entrada de la SIEDO y busqué la oficina del licenciado Islas para agradecerle y pedirle un poco de dinero para hacer una llamada a mi familia, pero no lo encontré. Sin embargo, una de las secretarias al verme en la situación en que me encontraba, me ofreció prestarme el teléfono: “¿Bueno?”, escuché la voz de mi papá. “Apá, ¡ya salí!, estoy afuera de la SIEDO.” “!Ahorita vamos por ti hijo, que bueno! Dios te Bendiga”, y colgó muy contento también. Esperé en las afueras de la Subprocuraduría para la Investigación Especializada en Delincuencia Organizada de la Ciudad de México cerca de una hora a que llegara mi familia, sin embargo me parecieron diez. No paraba de mirar a la gente caminado por el Paseo de la Reforma, los veía en sus autos y hasta en los edificios. ¡Quería gritarles que era libre! Quería también estirar las piernas, correr y hasta brincar. La joven secretaria que me había ofrecido el teléfono me vió en calle al salir de su turno y acercándose a mí, me ofreció algo de dinero o un boleto del metro para irme a casa. “No, gracias, ya vienen por mi.” Contesté muy contento y agradecido. Pasada esa hora, un auto se acercó a mí. Mi papá bajó enseguida y dándome un gran abrazo me saludó. Después abracé y besé a mi mamá, a mis hermanas, y a mi sobrino bebé. Me llevaron a casa de mis papás donde ya me esperaban algunos de mis amigos más cercanos y demás familiares. Estuvimos cerca de una hora platicando mi última experiencia en la SIEDO. Por fín comí algo, de repente me había dado mucha hambre. Quería bañarme también ya que tenía tres días sin hacerlo, pero lo que más quería era llegar y descansar en mi cama.

Cerca de las doce de la noche me llevaron a la casa donde vivía solo, y al entrar a mi habitación, noté en el calendario una fecha: 30 de agosto del año 2006, la fecha en que había salido para renunciar a la Empresa Casa Saba. Ahora era 17 de noviembre de ese mismo año. Me quité la camiseta color amarillo que aún llevaba puesta y la aventé lo más lejos que pude. Me acosté en la cama y cerré los ojos que otra vez se llenaron de lágrimas. Agradecí desde el fondo de mi corazón el estar ahí de nuevo y abrazando muy fuerte a “Mayi”, mi almohada, al fin me quedé dormido.

FIN



Marcos salió un par de días después que yo de la Casa pero a diferencia de mí, no fué detenido de nueva cuenta. Casi medio año después nos llamaron a declarar como parte de la defensa de José Celestino, que sigue hasta éste día detenido. Marcos y yo dejamos de tener comunicación.

15 comentarios:

  1. Pues acabose el relato. La frase final de: por fin, me quedé dormido, me dice mucho de todo el tortuoso camino a lo largo de los XII "capítulos". En horabuena, ahora a pulirlo :)

    ResponderBorrar
  2. canijo casi lloro mas cuando me nombras ja ja ja ya sabes que aunque no pude estar cerca de ti en esos momentos, ahora es diferente por que voy a estar contigo en las buenas y las malas y espero que me lo permitas por que te considero mas que un amigo, te considero un hermano al que tengo la obligacion de llevarlo por el bien, ja ja ja y tambeine con las chicas buenas

    ResponderBorrar
  3. Curiosamente anoche nos enfrascamos en una discusión acerca del sistema penitenciario nacional. Recordé muchas de las anécdotas de este texto, eso me abrió bastante las perspectivas desde las cuales abordar el tema.

    ResponderBorrar
  4. hola

    siento haberme perdido tantas cosas, a ver si tengo tiempo, amigo
    qué puedo decir, jejeje
    he vuelto, amigo

    gracias por cuidar de mi hotel, ahora he cambiado de ubicación esta es la nueva dirección del Hotel de mi alma
    http://tm0809.blogspot.com/

    hasta pronto, aun tengo que arrglar algunas cosillas para que estéis cómodos

    gracias amigo por tu afecto y apoyo

    ResponderBorrar
  5. Palomilla:

    Gracias por tu visita y comentarios en ésta extenuante entrega.

    Cierto, el sistema aveces funciona, pero sigue teniendo gravísimos errores...

    Gracias de nuevo...

    ResponderBorrar
  6. Anónimo (o Arturo, mejor dicho):

    Sí compadre, sé que de cierto modo no podías estar en esos momentos, así lo entendí, pero ahora lo estás, y eso es más importante, te lo agradezco...

    Gracias de nuevo, y sígueme llevando por el camino del bien, y por cierto, las chicas buenas, dónde están?

    ResponderBorrar
  7. Tomás:

    Desde mi humide morada te doy de nuevo la bienvenida a ésta, tu casa, y me congratulo por tu retorno a tu hotel.

    Con mucho gusto pasaré a hospedarme de nueva cuenta en él.

    Saludos amigo y Gracias...

    ResponderBorrar
  8. Tocayo lo mejor de todo es que existimos y sentimos que estamos vivos! y mientras eso suceda nunca hay que bajar los brazos y alcanzar todos esos instantes que nos nutren y nos fortalecen!!!

    Saludos Tocayo y pronto muy pronto regresaré a tambien a casa!!!

    ResponderBorrar
  9. Acabo de terminar de leerlo y revisaré los anteriores, porque tu relato es super interesante...
    Te vi en blog de Tomás y el nombre de tu blog me pareció interesante,

    saludos

    ResponderBorrar
  10. Tocayo:

    Muchas Gracias. Tus palabras son reconfortantes.

    Y sí, te esperamos en casa.

    Saludos.

    ResponderBorrar
  11. Mixha:

    Gracias por darte una vuelta por éste, tu espacio.

    Estás en tu casa, y también te visitaré en la tuya, si me lo permites.

    Una abrazo y Bienveinda.

    ResponderBorrar
  12. Gracias por la bienvenida, me gustó tu blog y tus relatos aón mne falta leer una parte, pero me daré un salto a las últimas entradas, un beso

    y gracias por tu visita a mi blog

    ResponderBorrar

Mata al Auriga Lentamente, Asegúrate que Sufra